Nuestra vida offline

Tendencias / Tecnología
Malte Mueller
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Tristen Norman
jun 2, 2020
Para muchas personas de todo el mundo la tecnología se ha convertido en el principal puente de conexión con lo que más les importa: familias, amigos, socios, trabajo, aficiones y más. A través de ella y los dispositivos que tenemos a nuestro alcance podemos hacer planes, compartir sentimientos, formar parte de una comunidad y casi todo lo que se nos ocurra.

La tecnología no solo funciona como un conducto de unión. También es una herramienta fundamental para la vida cotidiana en el mundo de hoy. Nos permite movernos con servicios como Uber o Lyft, pedir cualquier cosa a domicilio (desde ropa nueva a kits de ADN), regular la temperatura de la casa o pagar nuestras facturas, entre otras muchas posibilidades. En nuestro estudio de investigación Visual GPS descubrimos que el 74% de los consumidores afirmaba que la tecnología les permitía hacer un seguimiento de sus objetivos. Datos como este corroboran la increíble dependencia que tenemos con nuestros dispositivos.

Nadie pone en duda la utilidad de la tecnología, pero debajo de su omnipresencia, en los últimos años, se ha empezado a escuchar un murmullo de inquietudes.
Innumerables ex‑empleados de Silicon Valley han denunciado a las compañías a la vanguardia de la innovación; describiendo las diferentes fórmulas que utilizan para diseñar apps, algoritmos y dispositivos con el expreso propósito de mantenernos atados a ellos por periodos indefinidos de tiempo.
Nuestro propio estudio ha demostrado que hay un número creciente de personas preocupadas por el papel que juega la tecnología en sus vidas, no en vano, un 41% de los encuestados señaló que algunas de sus relaciones se habrían visto deterioradas por el uso de la tecnología.

Recalibrar nuestra relación paradójica con la tecnología es complicado. En los tiempos de aislamiento debido al COVID‑19, la tecnología se ha convertido en el salvavidas fundamental que nos ha permitido seguir estudiando y trabajando desde casa, mantener nuestras relaciones aunque sea a distancia y acceder a ciertos servicios esenciales. Sin embargo, de manera simultánea, también se han publicado en todo tipo de medios artículos sobre cómo podemos reducir nuestro tiempo frente a las pantallas o sobre el agotamiento que produce estar de videoconferencia en videoconferencia. En el último año, en el sitio de Getty Images, la búsqueda con el término ‘desintoxicación digital’ fue una tendencia que superó lo esperado y creció un 153% durante 2019. Esto es un claro indicador de que el consumidor medio busca vías para desconectar y que nuestros clientes lo quieren reflejar.
Así como visualizamos lo que nos aporta la tecnología para estar conectados y unidos, también deberíamos visualizar todas las maravillosas posibilidades que hay al margen de ella, incluso sin salir de casa. Hace 20 años, hablar de desconexión significaba poner distancia con lo cotidiano; irse de aventuras a sitios de difícil acceso, reconectar con la naturaleza u olvidarse de todo entre las burbujas de un balneario.
En el mundo de hoy, con una creciente generación de nativos digitales, la desconexión con el mundanal ruido online es bastante menos drástica.
Un paseo, disfrutar de hobbies como pintar, leer o coser, o experimentar en la cocina, nos pueden llenar de satisfacción personal y hacer que la tecnología pase a un plano incidental, en lugar de ser el eje central de nuestras vidas. Como dijo la socióloga del MIT Sherry Turkle cuando le preguntaron sobre cómo resolver los problemas con la dependencia tecnológica, “no vamos a ‘deshacernos’ de Internet”, pero sí es posible cambiar ciertos enfoques. La tecnología llegó a nuestras vidas para quedarse. Y de lo que se trata es de aprender a tener y representar una coexistencia sana con ella; y eso incluye tomarse un descanso muy necesario de vez en cuando.
La evolución visual de la tecnología en tiempos del Covid-19